09/01/2017
A veces, de repente, no me siento bien. Otras, sin saber por qué, me levanto con una energía brutal.
Las emociones y las sensaciones están ahí, en mi cuerpo. Esperando para hablarme. Esperando a que les dé un ratito, a que les preste atención.
Necesitamos entrenar nuestra capacidad de sentir.
Necesitamos abrir bien todos nuestros sentidos.
Y observarnos… Observarnos por dentro.
Mirar hacia dentro implica tiempo.
Parar y respirar, y esperar a ver qué dice mi cuerpo. Mi cabeza es más rápida y habla antes que mi cuerpo, por eso necesitamos decirle que espere un poquito.
Nuestra sociedad no nos aporta herramientas de gestión emocional, tenemos la responsabilidad de adquirirlas por nosotras mismas.
Las emociones nos ayudan a saber qué necesitamos, qué queremos y qué no, qué deseamos, cómo estamos...
Pero, ¿son algunas emociones mejor que otras?
Desde pequeñas escuchamos cómo se dividen nuestras emociones en dos. Por un lado, se nos habla de emociones positivas, y por otro de emociones negativas.
Las tradicionalmente llamadas emociones positivas están más aceptadas socialmente, de hecho se potencian y se buscan. La alegría nos gusta. Es una emoción aceptada socialmente. Es genial estar al lado de una persona que irradia alegría.
«Sonríe, no estés triste»
«Tienes que estar alegre»
«¡Alegra esa cara!»
¿Te suenan estas frases?
Son algunos de los mensajes que nos llegan de l@s demás.
Por el contrario, las emociones negativas incomodan, se evitan o se relativizan.
¿La tristeza? Buuuu….fuera… Estar con una persona triste al lado es muy difícil de sostener, porque no estamos acostumbrad@s a hacerlo.
«¡No estés triste!»
«Venga, no pasa nada»
«No es para tanto»
«No llores»
Pero, ¿qué pasa cuando necesito estar triste?
Si vivo bajo la tiranía de la alegría, cada vez que no me siento así, encuentro desasosiego. ¿Cómo voy a gestionar mi tristeza en una sociedad en la que incomoda?
Necesitamos dejar de categorizar las emociones como negativas o positivas, buenas o malas,… Las emociones son información necesaria para nuestro proceso vital.
Y… ¿qué pasa con las emociones y el género?
Las emociones existen en todas las personas, pero a tod@s nos atraviesa la construcción del género. Por ello, socialmente no se permite expresar las mismas emociones, ni de igual manera. Depende de si nos han categorizado como hombres o mujeres.
Por poner algunos ejemplos:
La alegría y la tristeza están más permitidas en las mujeres. La sociedad no juzga igual cuando el que expresa esta emoción es un hombre. Por el contrario, la ira no se considera una emoción adecuada para nosotras.
De igual modo la sociedad nos dice que nosotras somos «más emocionales y variables». Tanto, que en ocasiones se nos tacha de «exageradas» o «¡¡histéricas!!».
Ellos son «racionales y serenos», y ¡cuidado de aquel que exprese de manera más intensa alguna emoción!.
Queremos revindicar el derecho a mostrar la ira y la pena, a reír y llorar, cuando nos venga en gana, independientemente de lo que seamos, de la edad que tengamos y de lo que la sociedad espere de nosotr@s!!
Necesitamos salir de estos estereotipos de género, que nos oprimen y no nos dejan aprender de manera libre a escuchar, aceptar y expresar nuestras emociones.
Conocernos, conocer nuestras emociones y aprender a sostener todas las emociones, propias y ajenas, es un elemento básico en los procesos de crecimiento personal y en la construcción de relaciones de cuidado.
Comentarios recientes